10 febrero 2009

Remordimientos

“He amanecido en una bañera de sangre, con lágrimas en mis ojos y cuchillas en mis manos”

Eyaculación Postmortem



Llegaba tarde del trabajo, otro día más. Ya no recordaba cuanto hacía que no salía a su hora. Sacó las llaves del bolsillo y pensó en ella. Se preguntaba como estaría hoy. Últimamente había estado muy decaída y la verdad es que ya no reconocía la mujer de la que se había enamorado. Había perdido la luz en sus ojos. Esos ojos azules que tanto le gustaban habían perdido su brillo. No tenía ganas de aguantar otra bronca nueva. A saber porqué se enfadaba esta vez. Metió la llave en la cerradura y escuchó el terrible silencio que inundaba la casa. Tanto silencio no era normal, ni siquiera la tele, con esos programas absurdos que ella veía, estaba encendida. Seguramente había salido a dar una vuelta o a comprar. Mejor así. Se daría una duchita y se pondría el pijama. Tenía ganas de ponerse cómodo. Entró en la habitación y se preparó las cosas. Luego fue a la cocina, encendió el gas para el agua caliente y se dirigió al baño con la radio y toda la ropa. Abrió la puerta como pudo y encendió la luz. Un chillido escalofriante salió de su boca cuando la vio a ella en la bañera, con las manos colgando y unos grandes cortes en las muñecas. Se acercó corriendo, su corazón aún latía. No se lo pensó dos veces, sacó el móvil del bolsillo y llamó a una ambulancia, sólo esperaba poder llegar a tiempo, pero su pulso era ya muy débil.
Pensó en todos aquellos días, en las peleas, en sus ojos azules que permanecían cerrados. ¿Cómo habían llegado a esta situación? Se preguntaba por qué había hecho eso su pequeña princesa. No había sabido darse cuenta de la situación, de lo que estaba pasando y ahora lo iba a pagar muy caro. No quiso pensar en ello. Prefería pensar que la ambulancia llegaría a tiempo para salvar a la persona que más había querido en el mundo. Comenzó a recordar el día en que se conocieron, en el parque. Era verano y ella llegó con su scooter. Bastó con que se quitara el casco y cuando vio esos tiernos ojos azules supo que se había enamorado. Desde aquel día no dejó de perseguirla hasta que consiguió salir con ella. No había sido tarea fácil, pues era una muchacha muy bella y todos la cortejaban. Había tenido que aguantar verla con algún que otro chico antes de conseguir salir con ella pero por fin lo había logrado. Fue aquella noche vieja, el día de su cumpleaños. Él le había regalado una pulsera cuando por fin consiguió que se quedaran a solas y ella se lo agradeció con un beso. Desde ese momento habían sido inseparables.
Habían estado saliendo durante 5 años hasta que él se decidió a pedirle que se casaran. Había ido a comprar el anillo más bonito que podía imaginar. El diamante que llevaba incrustado la había dejado sin palabras pero finalmente aceptó la propuesta. Se casaron un día de todos los santos. A él le parecía un día un poco raro para casarse pero a ella le hacía tanta ilusión que no pudo negarse. Se habían casado en un pequeño castillo a las afueras de la ciudad. La ceremonia la había oficiado un tío suyo, que era juez, en medio del gran jardín y todo había sido como un sueño. Ella iba con un bonito vestido victoriano de color granate y negro y el iba del mismo estilo, con su camisa con piano y su chaqueta a juego con el vestido de ella. La velada había sido maravillosa y todo había salido a pedir de boca. Estaba seguro que había sido el día más feliz de su vida, pues se había comprometido a cuidar y querer a la flor más bonita del jardín. Hacía ya dos años de aquello.
Últimamente ella había perdido la vitalidad. No sabían porque pero estaba mucho más deprimida y él no supo darse cuenta. Había estado muy ocupado con el trabajo, pues para conseguir mantener la empresa a flote había tenido que dedicarle muchas horas. No podía dejar de sentirse culpable por lo que ella había hecho. Pensó que quizás no le había dedicado el tiempo que se merecía. ¿Cuánto hacía que no salían a cenar los dos solos? Como cuando eran novios. Se acordó de lo que prometió cuando se casaron y pensó que no lo había cumplido. Se quedó mirando su cuerpo y esperó que no se le fuera la poca vida que le quedaba, pues con ella se iba también parte de él. Más bien todo. Pensó que no sería capaz de seguir adelante sin ella, pues ella era su vida.
Estaba sentado junto a ella, aguantándole la mano, cuando llamaron al timbre. Habían pasado los 20 minutos más largos de su existencia pero por fin estaba allí la ambulancia. Les abrió y los condujo hasta el cuarto de baño dónde estaba ella. Su cuerpo yacía ya sin vida en la bañera, no habían llegado a tiempo. Pensó que otra vez no había hecho todo lo que podía por evitar aquella situación y se derrumbó. Poco después estaba allí la policía y el juez que daría su aprobación para levantar el cuerpo. No se movió del baño en todo el proceso y con lágrimas en los ojos vio como se llevaban a la única persona que había conseguido amar de verdad. Cuando se la llevaron salió corriendo detrás del cuerpo. No quería separarse de ella, pero no le dejaron subir a la ambulancia que la llevaría al tanatorio y se quedó allí, inmóvil, viendo como se alejaba la ambulancia y con ella su único y verdadero amor.

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