23 enero 2009

Sólo sexo



Envuelta por la soledad de la noche disfrutaba del silencio y la falta de luz. Había esperado ese momento durante toda la semana, por fin dejaba de hacer todo lo que la gente quería y podía dedicar su tiempo a aquello que le apeteciera. Por un instante todo parecía distinto, con la música de fondo podía sentirse como en un mundo paralelo, alejada de todo aquello que durante la semana había conseguido angustiarla. Aquella tarde había plegado tempranito del trabajo y había decidido ir al gimnasio. Hacía tanto que no tenía tiempo para ella… Las obligaciones la perseguían día tras día sin que pudiera esquivarlas pero hoy había decidido simular que no existían.

Disfrutaba de la soledad como un niño disfruta de su primer helado del verano. Saboreando cada instante como si fuera a ser el último. Había apagado el teléfono móvil y había desconectado el teléfono fijo. Seguramente sus amigas la llamarían para salir, pero hoy no tenía ganas de estar con nadie. Sólo una persona pasaba por su mente… Ese hombre que ocupaba últimamente sus pensamientos y que no podía quitarse de la cabeza. No sabía porque, pero le atraía sobremanera. No era su carácter y realmente no se parecía físicamente a ninguno de los hombres con los que había estado a lo largo de su vida, pero le gustaba. Quizás era su mirada color miel o esas mejillas que parecían de niño travieso y que dejaban ver algunas de las pocas pecas que le quedaban de su niñez. Quizás era esa sonrisa que no aparecía a menudo pero que cuando lo hacía podía hacerte sentir como si nada más importara. Pero era una relación imposible. Un amor que no pretendía ser si no sexo, pero que no podía darse debido a situaciones que escapaban a su alcance. Daba lo mismo, ella no podía sacárselo de la mente. Se quedó medio dormida escuchando su último CD de Lacrimosa, un grupo suizo que cantaba en alemán. Una canción titulada “Allain zu zwei” llenaba la habitación de una atmósfera acogedora y romántica cuando de repente sonó el timbre. Decidió no abrir pero quien estaba detrás de la puerta insistía tanto que pensó que podía ser importante o urgente y decidió abrir. Se dirigió a la puerta y al abrir la puerta se encontró de frente con esos ojos color miel que había visto sólo unas horas antes. No comprendía como sabía donde vivía ni de dónde había sacado su dirección, pero eso no le importaba.

Las cosas sucedieron muy rápido y ella no podía dar crédito a lo que estaba viviendo. Él, sin casi mediar palabra, se acercó a ella y la besó. Por su cuerpo pasó un escalofrío que despertó aquellas mariposas que sentía cada vez que pensaba en él. No era amor, porque no le interesaba como pareja, pero si era una atracción irrefrenable que la llevó a arrancarle la camisa sin decir nada. Su pecho liso y su barriguilla denotaban que no era un hombre deportista pero que hacía algún esfuerzo por mantener ese cuerpecito que tenía de joven y eso a ella le gustaba. Él se abalanzó sobre ella y le quitó la bata que cubría su cuerpo descubriendo un conjunto de ropa interior tan pequeño que no dejaba casi nada a la imaginación. Ella fue desnudándole a medida que se acercaban a la habitación y él no dejaba de recorrer su cuerpo con besos apasionados. De repente, él la tiró a la cama y le arrancó la poca ropa que le quedaba. Ella se dejó amar como si fuera la primera vez pero con la experiencia de los años. Todo quedaba envuelto por aquella música melancólica y romántica que no había dejado de sonar en ningún momento. Entonces ella se levantó de la cama y lo tumbó a él, no podía creer lo que estaba haciendo pero se puso sobre él y le hizo el amor hasta que ambos llegaron al orgasmo.

De repente sonó el timbre. Todo había sido un sueño. No se molestó en ir a abrir la puerta y su visitante, con esos ojos color miel y las mejillas sonrojadas, no quiso insistir.

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