05 mayo 2009

Pasiones

Volvió a mirar aquellos ojos que minutos antes la habían convencido para dejarse llevar a aquella situación. Miraba su cuerpo, aun con la ropa puesta, y sentía como recorría por su espalda un cosquilleo que poco después se desplazó a su sexo. Sentía la imperiosa necesidad de arrancarle la ropa y hacerle el amor de una manera salvaje. Se abalanzó hacia él con la intención de quitarle la camisa, pero la detuvieron sus manos fuertes que agarraron sus muñecas y la lanzaron a la cama. Él arrancó, sin pensárselo, los botones de la blusa transparente que llevaba y que no dejaba mucho a la imaginación mientras besaba con pasión su pecho. Ella sentía como la sangre fluía por sus venas y aumentaba paulatinamente la temperatura de la habitación y de su propio cuerpo. Sentía su sexo palpitar, ávido de ser penetrado. No aguantó más. Se giró bruscamente consiguiendo ponerse encima y le desabrochó sin vacilar la camisa, mientras notaba entre sus piernas el sexo duro y viril de aquel hombre que le quitaba el sentido. Una vez le hubo quitado la camisa, bajó por su torso besando cada resquicio de su piel hasta toparse con la hebilla del cinturón, que aguantaba aquellos pantalones que tan bien le quedaban del culo. Tenía un culo perfecto. No se lo pensó dos veces, estiró del cinturón y luego desabrochó con impaciencia los pantalones. Cuando lo hubo dejado en calzoncillos se levantó para observar el cuerpazo que tenía frente a sí. Unos brazos fuertes la atrajeron hacía él con una brusquedad que aún consiguió excitarla más. Sus labios se encontraron de nuevo y se fundieron en un apasionado beso que finalizó cuando ella se separó de él para bajar a su entrepierna. Una vez allí, le quitó los calzoncillos y comenzó a besarle el sexo de una manera dulce pero pasional a la vez. Él se deshacía de placer y ella, que sentía como estaba disfrutando, aún se excitaba más. De repente la cogió, la subió y la beso de nuevo, pues sentía que si dejaba que continuara, aquello acabaría pronto y aún tenía mucho que disfrutar. Esta vez fue él quien le quitó la poca ropa que le quedaba y comenzó a besarle todo el cuerpo sin dejar libre ni un centímetro de piel. Se entretuvo jugando largo rato con su sexo mientras ella se estremecía y sentía estar llegando a un estado de éxtasis. Fue entonces cuando ella dejó escapar un ahogado chillido y sintió como llegaba al mayor orgasmo que había sentido jamás. Él, satisfecho por su logro, se acostó junto a ella, con una sonrisa en los labios, pero no le dio tiempo a recostarse cuando ella se abalanzó de nuevo sobre él, montándose encima y haciéndole el amor. Sus caderas se movían como si lo hicieran al ritmo de una canción de salsa. Él sentía que no iba a aguantar mucho más, pero se había propuesto que ella llegara al orgasmo dos veces en un mismo coito. Fue entonces cuando la apartó con suavidad, la tumbo en la cama y empezó a penetrarla. Notaban como su sexo entraba y salía del cuerpo de ella cada vez con más brusquedad y más aceleración, hasta que finalmente llegaron a un orgasmo común que los dejó tumbados en la cama sin aire para respirar.

Había sido algo espectacular, pero ambos sabían que podía ser algo único, algo que podía no volverse a repetir, pues acababan de conocerse esa misma noche. No pensaron en ello entonces. Simplemente se quedaron tumbados en la cama, disfrutando de su momento sin poder pronunciar ni una palabra.


10 marzo 2009

Soledad, oscuridad.

Paseo a oscuras por el cementerio, son las 6 de la tarde pero ya es de noche, igual que en mi corazón. Lo tuve todo porque te tenía a ti, pero te he perdido. Te busco y aunque te encuentro ya no eres el mismo. Algo en ti ha cambiado y yo siento que estuve a punto de tocar el cielo pero alguien me arrancó de allí para devolverme de nuevo a los infiernos. La soledad se ha incrustado en mi alma mientras pienso que podrías estar aquí. ¿Te acuerdas? Todo era perfecto, nos teníamos el uno al otro. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuál fue la mano que nos distanció? Lo peor de todo es que lo permitimos y ahora me encuentro aquí, echándote de menos mientras escucho a Sopor Aeternus y leo a Poe. Nunca pretendí tenerte, no de esa forma. Sólo necesitaba comprensión y tú me la diste. Sólo una mano amiga que supiera comprenderme, la tuya.
Veo la luna y pienso que ella está igual de sola que yo y que seguramente también echara en falta a alguien como tú, pues las personas como tú son difíciles de olvidar. Quisiera entrar en tu jardín, verte de nuevo sonreír como lo hacías antaño. ¿Quién se llevó tu sonrisa? Fuera quien fuese se llevó con ella también la mía y ahora vivo en mundo de payasos tristes.
Oigo unos pasos y me escondo detrás de la primera lápida que encuentro, no me gusta que me vean aquí. Frente a mí un mausoleo de familia rica se levanta elegante cual castillo. Pienso en las personas que deben estar enterradas allí. Una familia entera. Entrarán también algunos amigos, quizás. Los pasos se alejan y yo me levanto a contemplar el mausoleo. Un ramo de rosas medio marchitas reposan en una de las tumbas. Un amor perdido o un familiar añorado. Pienso en como será mi vida si tú no formas parte de ella y sólo consigo ver melancolía, silencio, oscuridad. Pienso en todos los que están a mi lado, pero sin ti existe un hueco difícil de rellenar. Te convertiste en alguien especial sin ni tan solo pretenderlo. Sólo con tu dulce mirada y tus palabras amables, conseguiste que me sintiera a gusto, protegida. Ahora estoy a la intemperie, expuesta a todo animal que pretenda hacerme daño y me pregunto quién me rescatará ahora.
Salgo del cementerio y en silencio paseo por las calles de la ciudad esperando cruzarme algún día contigo. Volver a verte, volver a reír contigo, volver a jugar a las cartas, creer que el mundo esta hoy a nuestros pies. Se que esto no es probable y me consuelo pensando que a lo mejor tú también te acuerdas de mi. ¿Lo haces?

Decisiones incorrectas

Era su primer día de trabajo y estaba muy nerviosa. Después de haber dado a luz y prácticamente haber criado ya a 3 hijos, había decidido volver a trabajar. Las paredes de casa hacía ya tiempo que se le caían encima y necesitaba conocer a gente nueva. Su matrimonio se había convertido en algo monótono y aburrido. Hasta su libido, que años antes había estado en pleno apogeo, ahora se veía apagada, así que había decidido hacer un pequeño cambio en su vida y volver a formar parte del mundo laboral.
Había llegado muy pronto a su puesto de trabajo y su nuevo jefe comenzó a explicarle en que iba a consistir su trabajo y quienes iban a ser sus compañeros. Trabajaría con tres chicas y un chico. Las muchachas ya estaban en su lugar de trabajo pero Javi no había llegado aún. Justamente comenzaron a nombrarle cuando apareció por la puerta. Era un chico alto y apuesto. No era muy delgado pero el traje negro que llevaba le estilizaba la figura y le daba un aspecto distinguido. Tenía los ojos azules, el pelo castaño muy clarito y las facciones de la cara muy marcadas. Entró con una sonrisa en los labios y en seguida se puso a trabajar. Para Diana aquel fue un día que cambiaría su vida.
Las semanas pasaron y la relación con Javi se iba estrechando cada vez más. No pasaba día sin que fueran a tomar el café juntos o en que no se explicaran cosillas mutuamente. Javi acababa de salir de una relación tormentosa en la que su ex mujer se había quedado con todo: la casa, los niños, el coche y hasta su home cinema, que tanto le había costado comprar. Ella no pasaba por un buen momento emocional: los niños ya eran mayorcitos, su marido cada vez parecía más un mueble de la casa que un ser humano y debido al paso de los años veía que, pese a sus esfuerzos por mantener la forma, su figura se iba estropeando. Diana sentía que su vida comenzaba a carecer de sentido pero cada vez que se encontraba junto a Javi parecía que las cosas eran distintas. Ambos comenzaron a tontear y a Diana cada vez le costaba más quitarse a Javi de la mente. Sentía que se estaba enamorando de aquel hombre que era distinto a todo lo que había conocido hasta entonces. Él comenzó a camelarla, pues vio en ella algo más que una compañera de trabajo.
Llegaron navidades y con ellas la famosa cena de empresa. Pasaron toda la noche juntos. Bailaron, se rieron e incluso estuvieron cantando en el karaoke. Al final de la noche Javi se ofreció a llevar a Diana a su casa y una vez en la puerta intentó besarla. Ella no quería serle infiel a su marido pero sentía que deseaba aquel beso más que nada en ese instante. Aún así le apartó la cara y le dijo que mientras estuviera junto a su marido no quería liarse con nadie. Él acepto su decisión y le pidió disculpas por su atrevimiento. Ella le prometió pensarse lo suyo, pues con su marido no estaba bien y era inútil perderse algo tan bonito como lo que podía suceder entre los dos. Pocos días después Diana habló con su marido y le explicó la situación. Él reconoció haberse dado cuenta de que otra persona rondaba por la cabeza de su mujer, pues había vuelto a ver en ella aquella sonrisa de cuando estaban realmente enamorados. Evidentemente, no le gustó la idea de separarse de la única mujer que había amado de verdad, pero justamente porque la quería no deseaba atarla a su lado si así no iba a ser feliz.
Pasaron las fiestas navideñas y volvieron al trabajo. Allí, Javi la recibió con un caluroso abrazo y una gran sonrisa. Ella le explicó que lo había dejado con su marido y que en aquellos momentos vivía de alquiler en un pisito que quedaba cerca del trabajo. Le propuso que se fuera esa noche a cenar a su casa y así estrenar el piso. Javi confesó que aquella noche no le iba muy bien pero que el viernes siguiente lo tenía libre y estaría encantado de cenar con ella.
Habían estado tonteando tanto tiempo que a Diana le daba la impresión de que mentalmente, ya habían estado saliendo juntos. Aquello era como una formalización de su relación, ahora que ya no le ataba nada a su ex marido. Realmente aún no se había divorciado pero hacía ya 3 semanas que no estaban juntos. Se sentía culpable por lo que estaba haciendo pero en el fondo deseaba tanto estar con Javi que cuando pensaba en él no podía evitar que una sonrisa se le dibujara en los labios.
Pasó toda la semana pensando en aquella cita. Se compró un nuevo conjunto de ropa interior, uno negro y rojo que le resaltaba el pecho y dejaba muy poco a la imaginación. Para la cena habían quedado en el restaurante de la esquina. Era un restaurante bastante elegante y Diana no quería destacar, así que se vistió con sus mejores galas para aquella cita. Se habían visto en la oficina por la tarde y a ella le parecía una eternidad tener que esperar hasta la noche para poder volver a verse. Era como si el timbre no fuera a sonar nunca. Al fin sonó. Diana bajo corriendo y sólo verle se tiró a sus brazos y le besó. Él la apartó con brusquedad y le dijo que eso mejor lo dejaran para después de cenar. Ella no comprendía muy bien que estaba pasando pero no quiso darle más vueltas al asunto.
Fue una velada perfecta: una buena cena, un buen cava y por supuesto la luz de las velas. Cuando acabaron de cenar y salieron dirección a casa de Diana el semblante de Javi parecía distinto. Era como si la malicia se hubiera apoderado del rostro del dulce Javi. Era como si la persona que se presentaba ante ella no fuera la misma que había cenado con ella momentos atrás. Subieron al piso y una vez en allí Javi le arrancó la ropa. A Diana le pareció una manera un poco brusca de empezar su relación pero no dijo nada y decidió dejarse hacer. De repente la tiró a la cama y le arrancó el conjunto nuevo, desgarrándolo como si fuera de papel. En ese momento Diana comenzó a asustarse y decidió parar con su relación pero él no la dejó. Rebusco entre los cajones hasta encontrar dos pantis que iban a servirle de cuerdas y la ató a la cama. Diana empezó a revolverse y a chillar en busca de ayuda pero el le tapó la boca, primero con la mano y luego con un pañuelo. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Diana mientras Javi se reía y le repetía que si era una prostituta, así la iba a tratar. La abrió de piernas mientras ella se agitaba intentando deshacerse de sus ataduras e intentando evitar lo que parecía inminente: una penetración a la fuerza. Javi no pensaba irse de allí sin lo que había ido a buscar así que cogió dos pantis más y le ató las piernas abiertas a los extremos inferiores de la cama. Ahora estaba totalmente atada y no podía moverse ni chillar. Comenzó a llorar desconsoladamente y pedía por favor que aquello acabara rápido, pero él se lo tomo con calma. Una vez atada su víctima las cosas serían más fáciles, así que se desvistió con la calma, se la miró y sin pensárselo dos minutos más la penetró con fuerza. Ella emitió un chillido ahogado por el pañuelo, pero él contra más la veía sufrir más se excitaba. La penetró una y otra vez mientras ella intentaba no pensar en lo que estaba sucediendo. Cuando se cansó de penetrarla se apartó de su cuerpo y comenzó a desatarle los pies. Ella creía que había acabado pero aún quedaba lo peor por venir. Una vez le hubo desatado los pies la giró bruscamente y la ató en la cama boca abajo. En esos momentos temió lo peor y sus peores pesadillas se hicieron realidad. Estaba sangrando mucho pero eso no detuvo el acto de su agresor que una vez la tubo tumbada la penetró por detrás. Entró y salió hasta llegar al orgasmo mientras ella mordía el pañuelo y lloraba. Nunca pensó que le pasaría algo por el estilo y, a parte del dolor, se sintió humillada y traicionada. Cuando acabó, Javi, no se dignó ni a mirarla. Simplemente se vistió y justo antes de salir se dio la vuelta y la miró con aires de desprecio.
Pasaron dos días hasta que su hermana preocupada porque no sabía nada de ella y no cogía el teléfono cogió la copia de las llaves y fue a ver que sucedía. Entro por la puerta y vio el vestido desgarrado en el suelo. En ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas. De alguna manera intuía lo que había pasado, así que corrió a la habitación a ver si Diana estaba allí. Se derrumbó cuando la vio atada boca abajo y observó todas las sabanas manchadas de sangre. Sin pensarlo dos veces llamó a una ambulancia que en pocos minutos estaba allí.
Cuando se recuperó, Diana le contó a su hermana todo lo que había pasado. No sabía como había llegado a esa situación pero se sentía totalmente humillada. Pocos días después pasó a verla su ex marido a quien también le explicó la historia. Él le dijo que la acompañaría a denunciar al demente que le había hecho eso y que si quería podía volver a casa. Diana sentía que no merecía todo lo que su ex le estaba ofreciendo pero se sentía tan sola que aceptó.
Pasaron unos meses hasta que atraparon a Javi, pero finalmente la justicia cumplió con su deber y lo castigó por todo lo que había hecho. A partir de aquel día Diana prometió no volver a separarse de aquel hombre que, aún cuando menos lo merecía, había estado a su lado.

11 febrero 2009

Cambios

Había oscurecido y por fin podía salir. No se acostumbraba a su nueva vida. Se había empeñado en ser convertida por aquel vampiro que lo único que deseaba era morir a manos de una mujer hermosa. No era consciente de lo que conllevaba la eternidad pero si comenzaba a notar lo que la soledad podía hacer en una persona acostumbrada a la vida social. Había estado saliendo todas las noches pero no se atrevía a acercarse a nadie por miedo a que su secreto se desvelara, pero hoy había decidido buscar a alguien que le hiciera compañía. Anduvo por las calles de la ciudad buscando a alguien a quien convertir. Sabía que no era una decisión trivial, pues debía ser alguien con quien poder pasar todas las noches. Volvió a los locales donde solía salir cuando aún era una simple mortal y buscó a esa persona que había sido mucho más que su amigo y mucho más que su amante. Daniel estaba, como siempre, en la barra del fondo del local con su cerveza en la mano y siguiendo el ritmo de la música con la cabeza. Ana se acercó a él y se tiró a sus brazos sin pensárselo dos veces. Si había alguien en el mundo en quien podía confiar y con quien quería estar era Dani.
Se habían conocido hacía ya 10 años, cuando había comenzado a interesarse por la ropa negra, la música gótica y las novelas de vampiros. Nunca pensó que esas cosas fueran tan reales. Cuando le conoció no pensó que su relación sería tan apasionada. Nunca fue realmente una relación de amor, pues realmente no se querían como una pareja normal. Lo suyo era más bien atracción física. En realidad no sabía porque le había elegido a él. Bueno sí, por sus ganas de aprender cosas nuevas, por su paciencia y por ese carácter abierto que siempre le acompañaba. Dani era una persona sencilla que no se enfadaba casi nunca y eso a Ana le atraía, pues ella era una mujer inquieta y con un carácter muy fuerte. Quizás por eso se complementaban. Pensó en la primera vez que se habían acostado. Llevaban meses tonteando y jugando de una manera abierta pero que parecía que nunca iba a terminar en su fin. Finalmente un día, por casualidad, se quedaron solos después de una noche de fiesta. Dani la acompañó a casa y cuando llegaron a la puerta se la quedó mirando fijamente a los ojos. Ella se acercó para besarle la mejilla pero él giró la cara y la besó en los labios. Naturalmente, ella no se resistió y le devolvió un beso apasionado que desencadenó a una invitación a subir. Una vez en su habitación él comenzó a acariciarla y quitarle la ropa lentamente. Ambos estaban saboreando ese momento que habían imaginado tantas veces. Ella no tardó en quitarle la camisa, los pantalones y toda la ropa que llevaba. Una vez desnudos y sin saber bien porqué se quedaron mirándose a los ojos y luego se fundieron en un beso tierno pero salvaje a la vez que les llevó a fusionarse hasta convertirse en uno. Dani la cogió con fuerza y la lanzó a la cama. Se subió encima de ella y comenzó a penetrarla con fuerza. Ella gemía de placer y se dejó hacer hasta que sintió unas ganas irrefrenables de ser ella la que dominara el juego. Se levantó y tumbándolo en la cama comenzó a recorrer su cuerpo con sus labios sin dejar un resquicio de piel por explorar. Luego tomó las riendas y fue ella quien empezó a hacerle el amor. Aunque todo fue muy apasionado los dos lo hicieron con ternura, pues de alguna manera sentían admiración el uno por el otro y aquello creaba un vínculo especial entre ellos que, aunque sabían que nunca llegaría a relación, les uniría de una manera muy especial.
Se habían liado alguna vez que otra más pero aquella relación no pasó de ser una amistad especial. Ahora Ana necesitaba de esa amistad para poder afrontar el reto que se le había presentado, o más bien, que ella solita se había buscado. Estuvo toda la noche de fiesta con Daniel y la verdad es que lo pasó genial recordando viejos tiempos. Una vez cerró la discoteca fueron a dar un paseo por la playa. Ninguno de los dos podía recordar la última vez que lo habían hecho. Estuvieron hablando un largo rato hasta que Ana se decidió a contarle su historia. Dani se quedó perplejo ante lo que le estaba contando su amiga y la verdad es que no supo que decir. Se la miró con ternura y le contestó que no era una cuestión que pudiera decidir tan a la ligera, pues suponía dejar el mundo tal y como lo conocía. La verdad es que había conocido a una chica y, aunque aquella noche no habían podido salir juntos, desde hacía dos semanas eran casi inseparables. Eso complicaba las cosas y Ana no quería hacer sufrir a una de las personas a las que más quería así que le dijo que no se preocupara, que mientras pudiera contar con él para quedar o charlar o simplemente para poder verle, a ella ya le ayudaría con la soledad en la que se estaba adentrando. En un instante y casi sin que Dani pudiera darse cuenta Ana había desaparecido.
Ana pasó noches pensando que podía hacer para deshacerse de la soledad que en esos momentos la rodeaba. No podía obligar a Daniel a dejar su vida por un error suyo, pero tampoco quería estar sola. Noches más tarde volvió a la discoteca de siempre para pasar sus últimas horas con él. Estaba decidida a arreglar lo que había estropeado y pensaba pasarse su última noche con la persona a la que más apreciaba. Pasaron la noche bailando y riendo y finalmente ella le comunicó su idea de partir hacía el sol. Él sabía que significaba el sol para un vampiro y no estaba dispuesto a permitirlo, al fin y al cabo, no se entendía ni se entendería mejor con nadie, así que tomó una determinación. El también quería ser vampiro. La verdad es que era un mundo que nunca le había atraído pero ella había hecho que progresivamente le gustara más y más, así que no vio motivo para no acompañarla en ese largo viaje. Sólo le pidió poder despedirse de Marta. Ana aceptó sin pesarlo dos veces y quedaron para la noche siguiente.
Daniel se pasó el día arreglando cosas y pensando en la nueva vida que le esperaba. Por la tarde quedó con Marta y le explicó que debía partir y que no podía darle más explicaciones. Habían pasado unas semanas maravillosas pero su relación no podía prosperar así que prefería apartarse de su vida. Ese día Dani decidió ver su última puesta de sol desde lo alto de la colina que quedaba a las afueras de la ciudad. Después volvió a la gran metrópolis y fue al punto de encuentro. Allí estaba Ana, esperándole impaciente. Se acercó a él y le besó. Acto seguido le mordió y sintió una excitación muy parecida a la del orgasmo. Nunca pensó que encontraría tal placer en la sangre. Segundos más tarde Daniel se retorcía en el suelo mientras Ana le explicaba que se tranquilizara, que no estaba muriendo él, sino su cuerpo y que ese dolor se le pasaría en breve. Poco después los ojos color miel de Dani se tornaron de un gris blanquinoso, sus uñas crecieron y su piel empalideció. Se había convertido en vampiro y estaba preparado a pasar toda una vida con su mejor amiga.

10 febrero 2009

Remordimientos

“He amanecido en una bañera de sangre, con lágrimas en mis ojos y cuchillas en mis manos”

Eyaculación Postmortem



Llegaba tarde del trabajo, otro día más. Ya no recordaba cuanto hacía que no salía a su hora. Sacó las llaves del bolsillo y pensó en ella. Se preguntaba como estaría hoy. Últimamente había estado muy decaída y la verdad es que ya no reconocía la mujer de la que se había enamorado. Había perdido la luz en sus ojos. Esos ojos azules que tanto le gustaban habían perdido su brillo. No tenía ganas de aguantar otra bronca nueva. A saber porqué se enfadaba esta vez. Metió la llave en la cerradura y escuchó el terrible silencio que inundaba la casa. Tanto silencio no era normal, ni siquiera la tele, con esos programas absurdos que ella veía, estaba encendida. Seguramente había salido a dar una vuelta o a comprar. Mejor así. Se daría una duchita y se pondría el pijama. Tenía ganas de ponerse cómodo. Entró en la habitación y se preparó las cosas. Luego fue a la cocina, encendió el gas para el agua caliente y se dirigió al baño con la radio y toda la ropa. Abrió la puerta como pudo y encendió la luz. Un chillido escalofriante salió de su boca cuando la vio a ella en la bañera, con las manos colgando y unos grandes cortes en las muñecas. Se acercó corriendo, su corazón aún latía. No se lo pensó dos veces, sacó el móvil del bolsillo y llamó a una ambulancia, sólo esperaba poder llegar a tiempo, pero su pulso era ya muy débil.
Pensó en todos aquellos días, en las peleas, en sus ojos azules que permanecían cerrados. ¿Cómo habían llegado a esta situación? Se preguntaba por qué había hecho eso su pequeña princesa. No había sabido darse cuenta de la situación, de lo que estaba pasando y ahora lo iba a pagar muy caro. No quiso pensar en ello. Prefería pensar que la ambulancia llegaría a tiempo para salvar a la persona que más había querido en el mundo. Comenzó a recordar el día en que se conocieron, en el parque. Era verano y ella llegó con su scooter. Bastó con que se quitara el casco y cuando vio esos tiernos ojos azules supo que se había enamorado. Desde aquel día no dejó de perseguirla hasta que consiguió salir con ella. No había sido tarea fácil, pues era una muchacha muy bella y todos la cortejaban. Había tenido que aguantar verla con algún que otro chico antes de conseguir salir con ella pero por fin lo había logrado. Fue aquella noche vieja, el día de su cumpleaños. Él le había regalado una pulsera cuando por fin consiguió que se quedaran a solas y ella se lo agradeció con un beso. Desde ese momento habían sido inseparables.
Habían estado saliendo durante 5 años hasta que él se decidió a pedirle que se casaran. Había ido a comprar el anillo más bonito que podía imaginar. El diamante que llevaba incrustado la había dejado sin palabras pero finalmente aceptó la propuesta. Se casaron un día de todos los santos. A él le parecía un día un poco raro para casarse pero a ella le hacía tanta ilusión que no pudo negarse. Se habían casado en un pequeño castillo a las afueras de la ciudad. La ceremonia la había oficiado un tío suyo, que era juez, en medio del gran jardín y todo había sido como un sueño. Ella iba con un bonito vestido victoriano de color granate y negro y el iba del mismo estilo, con su camisa con piano y su chaqueta a juego con el vestido de ella. La velada había sido maravillosa y todo había salido a pedir de boca. Estaba seguro que había sido el día más feliz de su vida, pues se había comprometido a cuidar y querer a la flor más bonita del jardín. Hacía ya dos años de aquello.
Últimamente ella había perdido la vitalidad. No sabían porque pero estaba mucho más deprimida y él no supo darse cuenta. Había estado muy ocupado con el trabajo, pues para conseguir mantener la empresa a flote había tenido que dedicarle muchas horas. No podía dejar de sentirse culpable por lo que ella había hecho. Pensó que quizás no le había dedicado el tiempo que se merecía. ¿Cuánto hacía que no salían a cenar los dos solos? Como cuando eran novios. Se acordó de lo que prometió cuando se casaron y pensó que no lo había cumplido. Se quedó mirando su cuerpo y esperó que no se le fuera la poca vida que le quedaba, pues con ella se iba también parte de él. Más bien todo. Pensó que no sería capaz de seguir adelante sin ella, pues ella era su vida.
Estaba sentado junto a ella, aguantándole la mano, cuando llamaron al timbre. Habían pasado los 20 minutos más largos de su existencia pero por fin estaba allí la ambulancia. Les abrió y los condujo hasta el cuarto de baño dónde estaba ella. Su cuerpo yacía ya sin vida en la bañera, no habían llegado a tiempo. Pensó que otra vez no había hecho todo lo que podía por evitar aquella situación y se derrumbó. Poco después estaba allí la policía y el juez que daría su aprobación para levantar el cuerpo. No se movió del baño en todo el proceso y con lágrimas en los ojos vio como se llevaban a la única persona que había conseguido amar de verdad. Cuando se la llevaron salió corriendo detrás del cuerpo. No quería separarse de ella, pero no le dejaron subir a la ambulancia que la llevaría al tanatorio y se quedó allí, inmóvil, viendo como se alejaba la ambulancia y con ella su único y verdadero amor.