27 junio 2007

Soñé



Hoy he vuelto a soñar.
Soñé que las cosas mejoraban.
Soñé que no había ocurrido.
Pero pronto desperté.

Sonó el despertador,
mi vida era la de siempre.
Una mañana más, la rutina
y ese pesado despertador.

¿Siempre había sonado igual?
No, hubo un tiempo en que era mejor.
Un tiempo en que era feliz.
Un tiempo en que las cosas iban bien.

Me volví a dormir.
Soñé que vivía otra vida.
Soñé que era una vida mejor.
Pero volví a despertar.

Otra vez el despertador.
Otra vez la rutina.
Me levanté, me vestí y me fuy.
Otra vez la misma calle.

Una rutina que agobia.
El mismo trabajo.
La misma gente.
El mismo mundo.

Por fin, el fin de semana!
Soñé que salía.
Soñé que reía.
Y soñando se fueron mis días.

Las cosas siguen igual.
Los hechos no cambian.
Mi vida sigue su rutina.
Mi salida: mis sueños.

Soñé que todo mejoraba.
Soñé que la vida cambiaba.
Soñé que la rutina menguaba.
Pero me di cuenta que sólo soñaba.

25 junio 2007

Recuerdos de una niña

"Diana a la cama!!"

Era la peor frase del día para ella. Sabía que cualquier noche le volvería a pasar e intentaba por todos los medios que su madre durmiera con ella. Sabía que junto a ella estaba segura y que él no se atrevería a entrar. Pero llevaba meses haciendo que su madre durmiera a su lado.

"Esta noche no, cariño. Debes aprender a dormir sola. Los fantasmas no existen..."

Si fueran realmente fantasmas... Eso sería mucho mejor que lo que le pasaba las noches que su madre no dormía con ella. Tal vez si le contara a su madre la verdad sería todo más fácil, pero le daba tanta vergüenza que no se atrevía a decírselo a nadie.

"Hoy no puede ser, mi vida. Mañana me quedo contigo ¿Vale?"

Esa era su última decisión y parecía irrevocable. Las 11 de la noche y ya no podía poner más escusas. Se había lavado los dientes (2 veces), se había duchado, se había cambiado, había hecho los deberes... Había llegado la hora. Cerró la luz, su madre ya se había ido a dormir y ella podía oír el televisor que hablaba en la sala de estar. Mientras aquel televisor estuviera encendido no habría problemas. La angustia se apoderaba de ella, la oscuridad se adueñaba de la habitación y no podía evitar temblar.

El momento era inevitable y al fin el televisor dejó de sonar. Cerró con fuerza sus ojitos y se hizo la dormida, pero eso tampoco funcionó. Al cabo de unos segundos su padre entró en la habitación.

"¿Estas dormida cariño?"

Ella no contestó y él se acercó sigilosamente a su cama. Con mucho cuidado levantó las sabanas y le quitó la ropa. Ella no hacía más que apretar sus puñitos y sus labios. Y en el escritorio esa maldita cámara. ¿Quien podría ver aquello?. Una vez más no opuso resistencia. Él la penetró, suave, pero aún así le dolía. Ella ahogó un grito, esperó y por fin el terminó.

"Lo siento cariño. No es nada malo. Verás como poco a poco te acostumbras y te gusta."

Ella sabía que eso no era cierto. Tenía 8 años pero sabía que nunca se acostumbraría. Pero, ¿Qué podía hacer? No podía decírselo a nadie, le daba tanta vergüenza...

Luchó por olvidarlo, por contarlo, pero nunca lo hizo. Jamás se atrevió a contar esto a nadie. Hasta ahora. Se sentía desnuda frente aquel hombre que acababa de conocer. Él conocía su mayor secreto y ni siquiera sabía si le volvería a ver. No sabía porque le contaba todo esto, quizás necesitaba contarlo a alguien a quien no le preocupara. Pero ya daba igual. Con 40 años, todo aquello quedaba como una pesadilla. Una pesadilla que nunca lograría olvidar. Un cuento tenebroso que marcó su vida y la hizo una persona solitaria. Hoy baga por la vida, con su trabajo humilde, sus humildes amigos y su humilde triteza.