11 febrero 2009

Cambios

Había oscurecido y por fin podía salir. No se acostumbraba a su nueva vida. Se había empeñado en ser convertida por aquel vampiro que lo único que deseaba era morir a manos de una mujer hermosa. No era consciente de lo que conllevaba la eternidad pero si comenzaba a notar lo que la soledad podía hacer en una persona acostumbrada a la vida social. Había estado saliendo todas las noches pero no se atrevía a acercarse a nadie por miedo a que su secreto se desvelara, pero hoy había decidido buscar a alguien que le hiciera compañía. Anduvo por las calles de la ciudad buscando a alguien a quien convertir. Sabía que no era una decisión trivial, pues debía ser alguien con quien poder pasar todas las noches. Volvió a los locales donde solía salir cuando aún era una simple mortal y buscó a esa persona que había sido mucho más que su amigo y mucho más que su amante. Daniel estaba, como siempre, en la barra del fondo del local con su cerveza en la mano y siguiendo el ritmo de la música con la cabeza. Ana se acercó a él y se tiró a sus brazos sin pensárselo dos veces. Si había alguien en el mundo en quien podía confiar y con quien quería estar era Dani.
Se habían conocido hacía ya 10 años, cuando había comenzado a interesarse por la ropa negra, la música gótica y las novelas de vampiros. Nunca pensó que esas cosas fueran tan reales. Cuando le conoció no pensó que su relación sería tan apasionada. Nunca fue realmente una relación de amor, pues realmente no se querían como una pareja normal. Lo suyo era más bien atracción física. En realidad no sabía porque le había elegido a él. Bueno sí, por sus ganas de aprender cosas nuevas, por su paciencia y por ese carácter abierto que siempre le acompañaba. Dani era una persona sencilla que no se enfadaba casi nunca y eso a Ana le atraía, pues ella era una mujer inquieta y con un carácter muy fuerte. Quizás por eso se complementaban. Pensó en la primera vez que se habían acostado. Llevaban meses tonteando y jugando de una manera abierta pero que parecía que nunca iba a terminar en su fin. Finalmente un día, por casualidad, se quedaron solos después de una noche de fiesta. Dani la acompañó a casa y cuando llegaron a la puerta se la quedó mirando fijamente a los ojos. Ella se acercó para besarle la mejilla pero él giró la cara y la besó en los labios. Naturalmente, ella no se resistió y le devolvió un beso apasionado que desencadenó a una invitación a subir. Una vez en su habitación él comenzó a acariciarla y quitarle la ropa lentamente. Ambos estaban saboreando ese momento que habían imaginado tantas veces. Ella no tardó en quitarle la camisa, los pantalones y toda la ropa que llevaba. Una vez desnudos y sin saber bien porqué se quedaron mirándose a los ojos y luego se fundieron en un beso tierno pero salvaje a la vez que les llevó a fusionarse hasta convertirse en uno. Dani la cogió con fuerza y la lanzó a la cama. Se subió encima de ella y comenzó a penetrarla con fuerza. Ella gemía de placer y se dejó hacer hasta que sintió unas ganas irrefrenables de ser ella la que dominara el juego. Se levantó y tumbándolo en la cama comenzó a recorrer su cuerpo con sus labios sin dejar un resquicio de piel por explorar. Luego tomó las riendas y fue ella quien empezó a hacerle el amor. Aunque todo fue muy apasionado los dos lo hicieron con ternura, pues de alguna manera sentían admiración el uno por el otro y aquello creaba un vínculo especial entre ellos que, aunque sabían que nunca llegaría a relación, les uniría de una manera muy especial.
Se habían liado alguna vez que otra más pero aquella relación no pasó de ser una amistad especial. Ahora Ana necesitaba de esa amistad para poder afrontar el reto que se le había presentado, o más bien, que ella solita se había buscado. Estuvo toda la noche de fiesta con Daniel y la verdad es que lo pasó genial recordando viejos tiempos. Una vez cerró la discoteca fueron a dar un paseo por la playa. Ninguno de los dos podía recordar la última vez que lo habían hecho. Estuvieron hablando un largo rato hasta que Ana se decidió a contarle su historia. Dani se quedó perplejo ante lo que le estaba contando su amiga y la verdad es que no supo que decir. Se la miró con ternura y le contestó que no era una cuestión que pudiera decidir tan a la ligera, pues suponía dejar el mundo tal y como lo conocía. La verdad es que había conocido a una chica y, aunque aquella noche no habían podido salir juntos, desde hacía dos semanas eran casi inseparables. Eso complicaba las cosas y Ana no quería hacer sufrir a una de las personas a las que más quería así que le dijo que no se preocupara, que mientras pudiera contar con él para quedar o charlar o simplemente para poder verle, a ella ya le ayudaría con la soledad en la que se estaba adentrando. En un instante y casi sin que Dani pudiera darse cuenta Ana había desaparecido.
Ana pasó noches pensando que podía hacer para deshacerse de la soledad que en esos momentos la rodeaba. No podía obligar a Daniel a dejar su vida por un error suyo, pero tampoco quería estar sola. Noches más tarde volvió a la discoteca de siempre para pasar sus últimas horas con él. Estaba decidida a arreglar lo que había estropeado y pensaba pasarse su última noche con la persona a la que más apreciaba. Pasaron la noche bailando y riendo y finalmente ella le comunicó su idea de partir hacía el sol. Él sabía que significaba el sol para un vampiro y no estaba dispuesto a permitirlo, al fin y al cabo, no se entendía ni se entendería mejor con nadie, así que tomó una determinación. El también quería ser vampiro. La verdad es que era un mundo que nunca le había atraído pero ella había hecho que progresivamente le gustara más y más, así que no vio motivo para no acompañarla en ese largo viaje. Sólo le pidió poder despedirse de Marta. Ana aceptó sin pesarlo dos veces y quedaron para la noche siguiente.
Daniel se pasó el día arreglando cosas y pensando en la nueva vida que le esperaba. Por la tarde quedó con Marta y le explicó que debía partir y que no podía darle más explicaciones. Habían pasado unas semanas maravillosas pero su relación no podía prosperar así que prefería apartarse de su vida. Ese día Dani decidió ver su última puesta de sol desde lo alto de la colina que quedaba a las afueras de la ciudad. Después volvió a la gran metrópolis y fue al punto de encuentro. Allí estaba Ana, esperándole impaciente. Se acercó a él y le besó. Acto seguido le mordió y sintió una excitación muy parecida a la del orgasmo. Nunca pensó que encontraría tal placer en la sangre. Segundos más tarde Daniel se retorcía en el suelo mientras Ana le explicaba que se tranquilizara, que no estaba muriendo él, sino su cuerpo y que ese dolor se le pasaría en breve. Poco después los ojos color miel de Dani se tornaron de un gris blanquinoso, sus uñas crecieron y su piel empalideció. Se había convertido en vampiro y estaba preparado a pasar toda una vida con su mejor amiga.

10 febrero 2009

Remordimientos

“He amanecido en una bañera de sangre, con lágrimas en mis ojos y cuchillas en mis manos”

Eyaculación Postmortem



Llegaba tarde del trabajo, otro día más. Ya no recordaba cuanto hacía que no salía a su hora. Sacó las llaves del bolsillo y pensó en ella. Se preguntaba como estaría hoy. Últimamente había estado muy decaída y la verdad es que ya no reconocía la mujer de la que se había enamorado. Había perdido la luz en sus ojos. Esos ojos azules que tanto le gustaban habían perdido su brillo. No tenía ganas de aguantar otra bronca nueva. A saber porqué se enfadaba esta vez. Metió la llave en la cerradura y escuchó el terrible silencio que inundaba la casa. Tanto silencio no era normal, ni siquiera la tele, con esos programas absurdos que ella veía, estaba encendida. Seguramente había salido a dar una vuelta o a comprar. Mejor así. Se daría una duchita y se pondría el pijama. Tenía ganas de ponerse cómodo. Entró en la habitación y se preparó las cosas. Luego fue a la cocina, encendió el gas para el agua caliente y se dirigió al baño con la radio y toda la ropa. Abrió la puerta como pudo y encendió la luz. Un chillido escalofriante salió de su boca cuando la vio a ella en la bañera, con las manos colgando y unos grandes cortes en las muñecas. Se acercó corriendo, su corazón aún latía. No se lo pensó dos veces, sacó el móvil del bolsillo y llamó a una ambulancia, sólo esperaba poder llegar a tiempo, pero su pulso era ya muy débil.
Pensó en todos aquellos días, en las peleas, en sus ojos azules que permanecían cerrados. ¿Cómo habían llegado a esta situación? Se preguntaba por qué había hecho eso su pequeña princesa. No había sabido darse cuenta de la situación, de lo que estaba pasando y ahora lo iba a pagar muy caro. No quiso pensar en ello. Prefería pensar que la ambulancia llegaría a tiempo para salvar a la persona que más había querido en el mundo. Comenzó a recordar el día en que se conocieron, en el parque. Era verano y ella llegó con su scooter. Bastó con que se quitara el casco y cuando vio esos tiernos ojos azules supo que se había enamorado. Desde aquel día no dejó de perseguirla hasta que consiguió salir con ella. No había sido tarea fácil, pues era una muchacha muy bella y todos la cortejaban. Había tenido que aguantar verla con algún que otro chico antes de conseguir salir con ella pero por fin lo había logrado. Fue aquella noche vieja, el día de su cumpleaños. Él le había regalado una pulsera cuando por fin consiguió que se quedaran a solas y ella se lo agradeció con un beso. Desde ese momento habían sido inseparables.
Habían estado saliendo durante 5 años hasta que él se decidió a pedirle que se casaran. Había ido a comprar el anillo más bonito que podía imaginar. El diamante que llevaba incrustado la había dejado sin palabras pero finalmente aceptó la propuesta. Se casaron un día de todos los santos. A él le parecía un día un poco raro para casarse pero a ella le hacía tanta ilusión que no pudo negarse. Se habían casado en un pequeño castillo a las afueras de la ciudad. La ceremonia la había oficiado un tío suyo, que era juez, en medio del gran jardín y todo había sido como un sueño. Ella iba con un bonito vestido victoriano de color granate y negro y el iba del mismo estilo, con su camisa con piano y su chaqueta a juego con el vestido de ella. La velada había sido maravillosa y todo había salido a pedir de boca. Estaba seguro que había sido el día más feliz de su vida, pues se había comprometido a cuidar y querer a la flor más bonita del jardín. Hacía ya dos años de aquello.
Últimamente ella había perdido la vitalidad. No sabían porque pero estaba mucho más deprimida y él no supo darse cuenta. Había estado muy ocupado con el trabajo, pues para conseguir mantener la empresa a flote había tenido que dedicarle muchas horas. No podía dejar de sentirse culpable por lo que ella había hecho. Pensó que quizás no le había dedicado el tiempo que se merecía. ¿Cuánto hacía que no salían a cenar los dos solos? Como cuando eran novios. Se acordó de lo que prometió cuando se casaron y pensó que no lo había cumplido. Se quedó mirando su cuerpo y esperó que no se le fuera la poca vida que le quedaba, pues con ella se iba también parte de él. Más bien todo. Pensó que no sería capaz de seguir adelante sin ella, pues ella era su vida.
Estaba sentado junto a ella, aguantándole la mano, cuando llamaron al timbre. Habían pasado los 20 minutos más largos de su existencia pero por fin estaba allí la ambulancia. Les abrió y los condujo hasta el cuarto de baño dónde estaba ella. Su cuerpo yacía ya sin vida en la bañera, no habían llegado a tiempo. Pensó que otra vez no había hecho todo lo que podía por evitar aquella situación y se derrumbó. Poco después estaba allí la policía y el juez que daría su aprobación para levantar el cuerpo. No se movió del baño en todo el proceso y con lágrimas en los ojos vio como se llevaban a la única persona que había conseguido amar de verdad. Cuando se la llevaron salió corriendo detrás del cuerpo. No quería separarse de ella, pero no le dejaron subir a la ambulancia que la llevaría al tanatorio y se quedó allí, inmóvil, viendo como se alejaba la ambulancia y con ella su único y verdadero amor.

03 febrero 2009

Oscuridad

Todo se había vuelto oscuro. De repente la luz se había marchado de su vida y no tenía previsión de volver. Se sentía desprotegida y sentía que el miedo recorría todo su cuerpo de una manera permanente y penetrante. No sabía como había llegado a esa situación, pero sentía como si cayera continuamente. No conseguía levantarse de sus caídas ni tampoco conseguía analizar la razón de las mismas, con lo cual no podía prevenirlas. Se sentía sola. Sentía que toda la gente que la rodeaba era como muñecos de trapo capaces de andar y hablar, la mayor parte de las veces de temas que no eran nada interesantes. Había perdido el interés por muchos de los proyectos que había empezado, aunque sabía que los seguiría avanzando porque las cosas no se dejan a medias.

Otra vez esa oscuridad. El miedo al abismo. El miedo a lo desconocido. Los cambios están bien, pero son difíciles de aceptar en algunos momentos de la vida. Intentaba recordar cómo había llegado a esa situación. Cómo había podido caer de nuevo en ese estado de desánimo. Pensó en tiempos pasados, en como había conseguido salir de la misma situación años antes pero no encontraba la respuesta que buscaba. Sabía bien que si no encontraba el verdadero problema no encontraría la solución. Todo lo que había conseguido hasta la fecha había sido poner parches a una tela que está tan rota que la única solución es cambiarla. Todo lo que había hecho hasta entonces había sido puramente material y superficial, y eso, al fin y al cabo, no sirve de nada.

Busco la puerta, la salida hacía la luz que tanto anhelaba tener de nuevo. Pero sólo encontró oscuridad, así que decidió quedarse en un rincón sentada y asustada. No esperaba que las cosas se solucionasen solas. Sólo quería tiempo para meditar, para saber que estaba ocurriendo y que podía hacer para cambiar su situación.