15 mayo 2007

Sin rumbo

Hacía mucho tiempo que se había marchado. Muchos años atrás decidió dejar cuanto conocía para recorrer mundo. Consideró que ya era hora de volver, se sentía sólo y desamparado, sin ningún objetivo claro. Había pasado años buscando una sabiduría que después no le aportó lo que necesitaba. Ahora, sin rumbo ni objetivos vagaba por el mundo como un alma en el purgatorio. Sabía que debía decidir y escogió la opción más fácil: volver a casa. Quizás tampoco era tan fácil, al fin y al cabo nunca es fácil volver con el rabo entre las piernas. No obstante, lo había decidido y llevaba meses viajando para llegara lo que algún día fue su hogar. De repente, se encontró frente a su ciudad natal, aquella que le había visto nacer, crecer e irse. Las dudas recorrían su cabeza y retumbaban su cerebro como si se tratase de martillos. Se pasó unos minutos contemplando aquella magnifica vista antes de adentrarse entre la multitud.

La ciudad había cambiado mucho y ya no sabía donde encontrar a su familia así que preguntó. Aún con el paso de los años, la ciudad no había aumentado demasiado de tamaño, pero parecía una ciudad distinta. Preguntó aquí y allá y nadie era capaz de guiarle, sin embargo alguien le abordó de repente. Una anciana con la piel arrugada y blanca estaba dispuesta a llevarle a su casa por un módico precio. Él accedió a pagar, el dinero había perdido su valor frente a los ojos que tanto hacían descubierto. Ahora sólo importaba llegar a casa. Pensó en cuando había partido. Recuerdos, dudas y nostalgia invadieron su ser. Pasó todo el camino absorto en sus pensamientos sin reparar casi en la anciana que le guiaba. Había vivido tantas cosas en aquellas calles que le era casi imposible retener la lágrima que resbalaba por su mejilla.

Pasaron unos diez minutos hasta que la anciana le señaló la casa. Se acercó sigilosamente y se plantó en frente de la puerta. No se atrevía a entrar. Había pasado tanto tiempo fuera... Estuvo allí veinte minutos, plantado frente a la puerta sin atreverse a llamar. Al fin cogió sus pertenecías y dio media vuelta. No tenía derecho a hacer eso. Ellos se convencieron de que no le verían más y ahora él no podía pedirles comprensión. Fue una decisión tomada hacía muchos años pero sabía que era una decisión irreversible.Lo sabía entonces y lo recordaba ahora. No tenía derecho a hacer más daño a aquella familia que tanto había llorado por él. Era el momento de tomar una decisión más acertada. Debía enfrentarse a sus problemas sólo.

Salió de la ciudad y comenzó a caminar, otra vez sin objetivos. Era su sino, había decidido partir hacía mucho y ahora debía asumirlo. Después de aquello ya no le quedaba nada, solo podía seguir caminando sin rumbo...

08 mayo 2007

Pánico en la oscuridad

Hace tiempo que no le tenía miedo a la oscuridad. En realidad no logro recordar si alguna vez le tuve miedo. Creía que estas cosas son sólo les pasaba a los niños pero desde el otro día mi punto de vista a cambiado...

Todo empezó hace unas noches. Como siempre pasé un buen rato a la luz de una vela, pensado y reflexionando en lo que el mundo me da y me quita, cuando de repente la vela se apagó. Una ráfaga de aire inundó la habitación.Puertas y ventanas estaban cerradas pero esto no impidió que entrara el aire, que traía con él algo extraño. En unos segundos la habitación se quedó a oscuras y pude notar la presencia de lo que había traído aquella extraña cortina de aire. No me habló, no me tocó, sólo respiraba con una intensidad que hubiera logrado asustar al más valiente. Se notaba su presencia pero, a causa de la oscuridad absoluta que reinaba en la habitación, no lograba ver que es lo que tenía frente a mi. Me quedé paralizado frente aquella situación y en cuanto reaccioné mi instinto me empujó a encender la luz del cuarto pero no funcionaba. No lo dudé ni un instante y fui en busca de la vela para encenderla de nuevo. La presencia me perseguía. Al fin, alcancé la ansiada vela pero, inexplicablemente, las cerillas estaban mojadas. No lograba explicarme que estaba pasando. De repente me quedé paralizado, una fuerza extraña no me dejaba moverme. Aquella presencia se acercaba a mi, cada vez estaba más cerca. Noté su aliento en mi cara y me estremecí al notar su presencia tan próxima a mí. Fueron unos momentos angustiosos. No se como ni porqué de repente las luces se encendieron. Yo estaba en medio de la habitación, paralizado por el pánico o alguna extraña fuerza, aún no lo se. Me acerqué al espejo, no tenía ningún rasguño, sólo una extraña marca en el cuello. Ahora cada vez que se acerca la noche noto como la marca palpita y me aterroriza pensar el origen de la misma.

Desde aquel día no puedo dormir, no me atrevo ni estar a la luz de la vela. Le tengo miedo a la noche. Fuera lo fuera lo que me visitó, no era humano, quizá tampoco era un espíritu, pero se que si vuelvo a apagar la luz aparecerá de entre las sombras y quizá esta vez no salga ileso. No puedo pensar que es lo que me pasaría si ese ser volviera, si esta vez quisiera llevarme. Estos pensamientos inundan mi mente noche tras noche y sólo llego a la conclusión de que ahora se lo que es el pánico a la oscuridad.

02 mayo 2007

Sufrimiento de mujer

Otra vez suena el despertador, son las 5 de la mañana y, como cada día, ha de levantarse a prepararle el desayuno a su marido. Ha de salir de la cama con mucho cuidado, pues si le despierta antes de hora se enfadará. Ella sabe que su marido se enfada con mucha facilidad y entonces, cuando la furia se apodera de su ser, él la pega. Ella no dice nada, ella sabe que su marido no es malo, sólo un poco violento. Va a la cocina y prepara el café con unas tostadas, procurando que éstas no se tuesten demasiado. A él no le gustan quemadas. Ya es la hora. Suavemente se acerca a la habitación y le llama, con suavidad y dulzura. Él se despierta, ni siquiera mira a su mujer. Se va al baño, se come el desayuno y se marcha sin darle ni un triste beso. A ella no le importa, sabe que su marido no es malo, solo un poco despistado. Pronto llega la hora de despertar a los niños, les viste y les lleva al colegio. Es una madre genial.

Por fin sola. No es que su familia le incomode, pero sola se siente segura. El sol sale de nuevo cuando nadie la vigila. La mañana pasa volando, las compras, la casa... Todo tiene que estar dispuesto cuando su marido llegue. Los niños comen en el colegio pero su marido va a casa. A la 1.30 p.m., sin falta, la comida debe estar en la mesa, si no su marido se enfada. Pero ella es buena ama de casa y casi nunca llega tarde. Esta vez se ha retrasado 5 minutos. Su marido llega y la comida no está en la mesa. Se enfada y la golpea violentamente tirándole encima el contenido caliente del plato que ella iba a servirle. Ahora ya está hecho, no hay vuelta atrás. Enfadado coge la puerta y se va. El portazo retumba en la escalera, la situación es desesperante. Ella tirada en el suelo y la cocina sucia con los platos rotos y la comida por el suelo. Pero ella no llora, sabe que su marido no es malo, sólo estaba cansado. Se levanta del suelo y empieza a recoger.

Al fin la cocina queda reluciente y las meriendas de los niños hechas. La casa está impecable. Pero ella no puede más. Lleva así tanto tiempo que ya no sabe de que color es el cielo cuando no llueve. Ha tomado una decisión y hoy será el día. Va a buscar a los niños y los lleva a casa de su madre. Ésta ve los moretones, pero no pregunta, sabe por propia experiencia de que son. Esperaba que su hija no pasara por lo mismo pero ella no podía evitarlo.

Sola en casa, los niños en casa de la abuela y él en el bar, hoy sería el día. A las 8 él llega, furioso porque la cena no esta hecha. Pero hoy da igual, ella le espera en la cocina. Al verla se abalanza sobre ella pero justo en ese momento ella saca el cuchillo que escondía tras de si y lo hunde en su abdomen. La sangre inunda la cocina. Él yace muerto encima del charco rojo y ella, en el baño, ha puesto fin a su sufrimiento también. Sabe tan dulce la muerte cuando en vida se ha sufrido tanto... Hoy era el día. Ahora sabe que su marido no es bueno, sólo un animal.