05 mayo 2009

Pasiones

Volvió a mirar aquellos ojos que minutos antes la habían convencido para dejarse llevar a aquella situación. Miraba su cuerpo, aun con la ropa puesta, y sentía como recorría por su espalda un cosquilleo que poco después se desplazó a su sexo. Sentía la imperiosa necesidad de arrancarle la ropa y hacerle el amor de una manera salvaje. Se abalanzó hacia él con la intención de quitarle la camisa, pero la detuvieron sus manos fuertes que agarraron sus muñecas y la lanzaron a la cama. Él arrancó, sin pensárselo, los botones de la blusa transparente que llevaba y que no dejaba mucho a la imaginación mientras besaba con pasión su pecho. Ella sentía como la sangre fluía por sus venas y aumentaba paulatinamente la temperatura de la habitación y de su propio cuerpo. Sentía su sexo palpitar, ávido de ser penetrado. No aguantó más. Se giró bruscamente consiguiendo ponerse encima y le desabrochó sin vacilar la camisa, mientras notaba entre sus piernas el sexo duro y viril de aquel hombre que le quitaba el sentido. Una vez le hubo quitado la camisa, bajó por su torso besando cada resquicio de su piel hasta toparse con la hebilla del cinturón, que aguantaba aquellos pantalones que tan bien le quedaban del culo. Tenía un culo perfecto. No se lo pensó dos veces, estiró del cinturón y luego desabrochó con impaciencia los pantalones. Cuando lo hubo dejado en calzoncillos se levantó para observar el cuerpazo que tenía frente a sí. Unos brazos fuertes la atrajeron hacía él con una brusquedad que aún consiguió excitarla más. Sus labios se encontraron de nuevo y se fundieron en un apasionado beso que finalizó cuando ella se separó de él para bajar a su entrepierna. Una vez allí, le quitó los calzoncillos y comenzó a besarle el sexo de una manera dulce pero pasional a la vez. Él se deshacía de placer y ella, que sentía como estaba disfrutando, aún se excitaba más. De repente la cogió, la subió y la beso de nuevo, pues sentía que si dejaba que continuara, aquello acabaría pronto y aún tenía mucho que disfrutar. Esta vez fue él quien le quitó la poca ropa que le quedaba y comenzó a besarle todo el cuerpo sin dejar libre ni un centímetro de piel. Se entretuvo jugando largo rato con su sexo mientras ella se estremecía y sentía estar llegando a un estado de éxtasis. Fue entonces cuando ella dejó escapar un ahogado chillido y sintió como llegaba al mayor orgasmo que había sentido jamás. Él, satisfecho por su logro, se acostó junto a ella, con una sonrisa en los labios, pero no le dio tiempo a recostarse cuando ella se abalanzó de nuevo sobre él, montándose encima y haciéndole el amor. Sus caderas se movían como si lo hicieran al ritmo de una canción de salsa. Él sentía que no iba a aguantar mucho más, pero se había propuesto que ella llegara al orgasmo dos veces en un mismo coito. Fue entonces cuando la apartó con suavidad, la tumbo en la cama y empezó a penetrarla. Notaban como su sexo entraba y salía del cuerpo de ella cada vez con más brusquedad y más aceleración, hasta que finalmente llegaron a un orgasmo común que los dejó tumbados en la cama sin aire para respirar.

Había sido algo espectacular, pero ambos sabían que podía ser algo único, algo que podía no volverse a repetir, pues acababan de conocerse esa misma noche. No pensaron en ello entonces. Simplemente se quedaron tumbados en la cama, disfrutando de su momento sin poder pronunciar ni una palabra.