Era su primer día de trabajo y estaba muy nerviosa. Después de haber dado a luz y prácticamente haber criado ya a 3 hijos, había decidido volver a trabajar. Las paredes de casa hacía ya tiempo que se le caían encima y necesitaba conocer a gente nueva. Su matrimonio se había convertido en algo monótono y aburrido. Hasta su libido, que años antes había estado en pleno apogeo, ahora se veía apagada, así que había decidido hacer un pequeño cambio en su vida y volver a formar parte del mundo laboral.
Había llegado muy pronto a su puesto de trabajo y su nuevo jefe comenzó a explicarle en que iba a consistir su trabajo y quienes iban a ser sus compañeros. Trabajaría con tres chicas y un chico. Las muchachas ya estaban en su lugar de trabajo pero Javi no había llegado aún. Justamente comenzaron a nombrarle cuando apareció por la puerta. Era un chico alto y apuesto. No era muy delgado pero el traje negro que llevaba le estilizaba la figura y le daba un aspecto distinguido. Tenía los ojos azules, el pelo castaño muy clarito y las facciones de la cara muy marcadas. Entró con una sonrisa en los labios y en seguida se puso a trabajar. Para Diana aquel fue un día que cambiaría su vida.
Las semanas pasaron y la relación con Javi se iba estrechando cada vez más. No pasaba día sin que fueran a tomar el café juntos o en que no se explicaran cosillas mutuamente. Javi acababa de salir de una relación tormentosa en la que su ex mujer se había quedado con todo: la casa, los niños, el coche y hasta su home cinema, que tanto le había costado comprar. Ella no pasaba por un buen momento emocional: los niños ya eran mayorcitos, su marido cada vez parecía más un mueble de la casa que un ser humano y debido al paso de los años veía que, pese a sus esfuerzos por mantener la forma, su figura se iba estropeando. Diana sentía que su vida comenzaba a carecer de sentido pero cada vez que se encontraba junto a Javi parecía que las cosas eran distintas. Ambos comenzaron a tontear y a Diana cada vez le costaba más quitarse a Javi de la mente. Sentía que se estaba enamorando de aquel hombre que era distinto a todo lo que había conocido hasta entonces. Él comenzó a camelarla, pues vio en ella algo más que una compañera de trabajo.
Llegaron navidades y con ellas la famosa cena de empresa. Pasaron toda la noche juntos. Bailaron, se rieron e incluso estuvieron cantando en el karaoke. Al final de la noche Javi se ofreció a llevar a Diana a su casa y una vez en la puerta intentó besarla. Ella no quería serle infiel a su marido pero sentía que deseaba aquel beso más que nada en ese instante. Aún así le apartó la cara y le dijo que mientras estuviera junto a su marido no quería liarse con nadie. Él acepto su decisión y le pidió disculpas por su atrevimiento. Ella le prometió pensarse lo suyo, pues con su marido no estaba bien y era inútil perderse algo tan bonito como lo que podía suceder entre los dos. Pocos días después Diana habló con su marido y le explicó la situación. Él reconoció haberse dado cuenta de que otra persona rondaba por la cabeza de su mujer, pues había vuelto a ver en ella aquella sonrisa de cuando estaban realmente enamorados. Evidentemente, no le gustó la idea de separarse de la única mujer que había amado de verdad, pero justamente porque la quería no deseaba atarla a su lado si así no iba a ser feliz.
Pasaron las fiestas navideñas y volvieron al trabajo. Allí, Javi la recibió con un caluroso abrazo y una gran sonrisa. Ella le explicó que lo había dejado con su marido y que en aquellos momentos vivía de alquiler en un pisito que quedaba cerca del trabajo. Le propuso que se fuera esa noche a cenar a su casa y así estrenar el piso. Javi confesó que aquella noche no le iba muy bien pero que el viernes siguiente lo tenía libre y estaría encantado de cenar con ella.
Habían estado tonteando tanto tiempo que a Diana le daba la impresión de que mentalmente, ya habían estado saliendo juntos. Aquello era como una formalización de su relación, ahora que ya no le ataba nada a su ex marido. Realmente aún no se había divorciado pero hacía ya 3 semanas que no estaban juntos. Se sentía culpable por lo que estaba haciendo pero en el fondo deseaba tanto estar con Javi que cuando pensaba en él no podía evitar que una sonrisa se le dibujara en los labios.
Pasó toda la semana pensando en aquella cita. Se compró un nuevo conjunto de ropa interior, uno negro y rojo que le resaltaba el pecho y dejaba muy poco a la imaginación. Para la cena habían quedado en el restaurante de la esquina. Era un restaurante bastante elegante y Diana no quería destacar, así que se vistió con sus mejores galas para aquella cita. Se habían visto en la oficina por la tarde y a ella le parecía una eternidad tener que esperar hasta la noche para poder volver a verse. Era como si el timbre no fuera a sonar nunca. Al fin sonó. Diana bajo corriendo y sólo verle se tiró a sus brazos y le besó. Él la apartó con brusquedad y le dijo que eso mejor lo dejaran para después de cenar. Ella no comprendía muy bien que estaba pasando pero no quiso darle más vueltas al asunto.
Fue una velada perfecta: una buena cena, un buen cava y por supuesto la luz de las velas. Cuando acabaron de cenar y salieron dirección a casa de Diana el semblante de Javi parecía distinto. Era como si la malicia se hubiera apoderado del rostro del dulce Javi. Era como si la persona que se presentaba ante ella no fuera la misma que había cenado con ella momentos atrás. Subieron al piso y una vez en allí Javi le arrancó la ropa. A Diana le pareció una manera un poco brusca de empezar su relación pero no dijo nada y decidió dejarse hacer. De repente la tiró a la cama y le arrancó el conjunto nuevo, desgarrándolo como si fuera de papel. En ese momento Diana comenzó a asustarse y decidió parar con su relación pero él no la dejó. Rebusco entre los cajones hasta encontrar dos pantis que iban a servirle de cuerdas y la ató a la cama. Diana empezó a revolverse y a chillar en busca de ayuda pero el le tapó la boca, primero con la mano y luego con un pañuelo. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Diana mientras Javi se reía y le repetía que si era una prostituta, así la iba a tratar. La abrió de piernas mientras ella se agitaba intentando deshacerse de sus ataduras e intentando evitar lo que parecía inminente: una penetración a la fuerza. Javi no pensaba irse de allí sin lo que había ido a buscar así que cogió dos pantis más y le ató las piernas abiertas a los extremos inferiores de la cama. Ahora estaba totalmente atada y no podía moverse ni chillar. Comenzó a llorar desconsoladamente y pedía por favor que aquello acabara rápido, pero él se lo tomo con calma. Una vez atada su víctima las cosas serían más fáciles, así que se desvistió con la calma, se la miró y sin pensárselo dos minutos más la penetró con fuerza. Ella emitió un chillido ahogado por el pañuelo, pero él contra más la veía sufrir más se excitaba. La penetró una y otra vez mientras ella intentaba no pensar en lo que estaba sucediendo. Cuando se cansó de penetrarla se apartó de su cuerpo y comenzó a desatarle los pies. Ella creía que había acabado pero aún quedaba lo peor por venir. Una vez le hubo desatado los pies la giró bruscamente y la ató en la cama boca abajo. En esos momentos temió lo peor y sus peores pesadillas se hicieron realidad. Estaba sangrando mucho pero eso no detuvo el acto de su agresor que una vez la tubo tumbada la penetró por detrás. Entró y salió hasta llegar al orgasmo mientras ella mordía el pañuelo y lloraba. Nunca pensó que le pasaría algo por el estilo y, a parte del dolor, se sintió humillada y traicionada. Cuando acabó, Javi, no se dignó ni a mirarla. Simplemente se vistió y justo antes de salir se dio la vuelta y la miró con aires de desprecio.
Pasaron dos días hasta que su hermana preocupada porque no sabía nada de ella y no cogía el teléfono cogió la copia de las llaves y fue a ver que sucedía. Entro por la puerta y vio el vestido desgarrado en el suelo. En ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas. De alguna manera intuía lo que había pasado, así que corrió a la habitación a ver si Diana estaba allí. Se derrumbó cuando la vio atada boca abajo y observó todas las sabanas manchadas de sangre. Sin pensarlo dos veces llamó a una ambulancia que en pocos minutos estaba allí.
Cuando se recuperó, Diana le contó a su hermana todo lo que había pasado. No sabía como había llegado a esa situación pero se sentía totalmente humillada. Pocos días después pasó a verla su ex marido a quien también le explicó la historia. Él le dijo que la acompañaría a denunciar al demente que le había hecho eso y que si quería podía volver a casa. Diana sentía que no merecía todo lo que su ex le estaba ofreciendo pero se sentía tan sola que aceptó.
Pasaron unos meses hasta que atraparon a Javi, pero finalmente la justicia cumplió con su deber y lo castigó por todo lo que había hecho. A partir de aquel día Diana prometió no volver a separarse de aquel hombre que, aún cuando menos lo merecía, había estado a su lado.