Sin rumbo
Hacía mucho tiempo que se había marchado. Muchos años atrás decidió dejar cuanto conocía para recorrer mundo. Consideró que ya era hora de volver, se sentía sólo y desamparado, sin ningún objetivo claro. Había pasado años buscando una sabiduría que después no le aportó lo que necesitaba. Ahora, sin rumbo ni objetivos vagaba por el mundo como un alma en el purgatorio. Sabía que debía decidir y escogió la opción más fácil: volver a casa. Quizás tampoco era tan fácil, al fin y al cabo nunca es fácil volver con el rabo entre las piernas. No obstante, lo había decidido y llevaba meses viajando para llegara lo que algún día fue su hogar. De repente, se encontró frente a su ciudad natal, aquella que le había visto nacer, crecer e irse. Las dudas recorrían su cabeza y retumbaban su cerebro como si se tratase de martillos. Se pasó unos minutos contemplando aquella magnifica vista antes de adentrarse entre la multitud.
La ciudad había cambiado mucho y ya no sabía donde encontrar a su familia así que preguntó. Aún con el paso de los años, la ciudad no había aumentado demasiado de tamaño, pero parecía una ciudad distinta. Preguntó aquí y allá y nadie era capaz de guiarle, sin embargo alguien le abordó de repente. Una anciana con la piel arrugada y blanca estaba dispuesta a llevarle a su casa por un módico precio. Él accedió a pagar, el dinero había perdido su valor frente a los ojos que tanto hacían descubierto. Ahora sólo importaba llegar a casa. Pensó en cuando había partido. Recuerdos, dudas y nostalgia invadieron su ser. Pasó todo el camino absorto en sus pensamientos sin reparar casi en la anciana que le guiaba. Había vivido tantas cosas en aquellas calles que le era casi imposible retener la lágrima que resbalaba por su mejilla.
Pasaron unos diez minutos hasta que la anciana le señaló la casa. Se acercó sigilosamente y se plantó en frente de la puerta. No se atrevía a entrar. Había pasado tanto tiempo fuera... Estuvo allí veinte minutos, plantado frente a la puerta sin atreverse a llamar. Al fin cogió sus pertenecías y dio media vuelta. No tenía derecho a hacer eso. Ellos se convencieron de que no le verían más y ahora él no podía pedirles comprensión. Fue una decisión tomada hacía muchos años pero sabía que era una decisión irreversible.Lo sabía entonces y lo recordaba ahora. No tenía derecho a hacer más daño a aquella familia que tanto había llorado por él. Era el momento de tomar una decisión más acertada. Debía enfrentarse a sus problemas sólo.
Salió de la ciudad y comenzó a caminar, otra vez sin objetivos. Era su sino, había decidido partir hacía mucho y ahora debía asumirlo. Después de aquello ya no le quedaba nada, solo podía seguir caminando sin rumbo...