11 diciembre 2007

A mi creadora

Capítulo II

Aquella situación parecía no acabar. Me sentía sin fuerzas y no conseguía ver aquella mujer que me había prometido todo lo que siempre había soñado. Fue en esos instantes en los que note algo húmedo sobre mis labios. Era una sustancia viscosa que resbalaba por mis mejillas. Intenté abrir la boca para saborear aquel líquido cuyo olor me era tan familiar. Gotas de aquel delicioso elixir consiguieron entrar en mi boca dándome una increíble sensación de mejora. Poco a poco recobraba la vista y podía ver a aquel misterioso ser que no se había movido de mi lado en todo el rato. Su muñeca sangrante se acercaba con sumo cuidado a mis labios hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para que mis colmillos, ahora mucho mas largos que nunca, se clavaran en aquella delicada y blanca piel. Noté como la sangre volvía a fluir por mi cuerpo aunque sabía que no era mi sangre la que corría por mis venas, si no la sangre de aquella misteriosa mujer que se había convertido en una nueva madre para mi. Sentí nacer de nuevo, sentí convertirme en algo muy diferente a lo que era antaño y, sin saber todo lo que ello conllevaba, me hacía sentir vivo de nuevo.

Cuando me rehice del todo Katja, que así se llamaba la misteriosa mujer, me explicó que después de aquella noche sería vampiro para el resto de la eternidad. En aquellos momentos no sabía la enorme carga que había aceptado y me sentí feliz. Ella me enseñaría todo lo que un vampiro debe saber para sobrevivir en la noche, no estaría solo y no tenía miedo. Sentía mi cuerpo lleno de vitalidad pero tenía hambre y ya sabía lo que eso significaba. El echo de tener que matar me suponía un dilema moral que pronto solucioné. Pensaba que me costaría más tener que matar a seres humanos para poder vivir pero realmente no fue tan difícil, solo necesitaba ver las caras de aquellos que durante tantos años me habían despreciado por ser diferente y pensar que simplemente eran comida. Puede sonar cruel a oídos de aquel que nunca haya pasado hambre pero si no habéis tenido la suerte de tener siempre un plato en la mesa comprenderéis que para mi eran como pollos, terneros o cerdos. Además deseaba vengarme de todas aquellas personas que me habían hecho sufrir sin motivo alguno.

Supongo que la parte mas dura fue la de saber que ya nunca mas podría ver a aquella personas que me habían hecho sentir bien durante todos mis años como mortal. Entre ellas echaría especialmente de menos a mi hermano mayor. Él me había enseñado mucho y me había facilitado las cosas desde pequeño. Siempre recordaré esas travesuras de niño por las que siempre nos castigaba nuestra madre. Pero aprendí a pensar en ellos como recuerdos, como fotografías de un tiempo pasado al que no podía acceder.

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