11 diciembre 2007

A mi creadora

Capitulo III

Las noches pasaron volando al lado de Katja, recorriendo Nueva Orleans y visitando sitios aparentemente inaccesibles para un humano pero fácilmente habitables por los vampiros. Ella me había enseñado el arte de amar. Recuerdo especialmente una noche en el jardín de casa. Era verano y estábamos tumbados bajo le dulce luz de la luna. Nunca me había tocado y de repente comenzó a acariciar mi pecho. Se acercó con gran sigilo hacia mis labios y los besó con suavidad. Poco a poco sus besos fueron descendiendo, bajando por mi pecho y siguiendo por mi torso. Siguió bajando hasta llegar a mi sexo y allí se detuvo dedicando todo su arte a darme placer. No pude evitar sentir deseos de desnudarla y hacerla mía. Katja me guió y me enseño como hacerlo para que ella disfrutara tanto como lo había hecho yo. A partir de aquella noche nuestros juegos eróticos fueron en aumento hasta llegar al punto de habernos enseñado todo lo que sabíamos.

Pero no era simplemente sexo, era una combinación de besos y caricias con un sentimiento de complicidad que nunca antes había experimentado. Pasaban mis días a su lado y no me daba cuenta. Era evidente de que me había enamorado de aquel muchacho dulce y sensual, pero a la vez estaba enamorado de Katja. Supongo que era un amor diferente y aunque me quería mucho a Julien, Katja siempre seria mi creadora. Aquella persona que creyó en mi y me dio la posibilidad de una nueva vida. Aquella que me creo tal y como soy ahora.

Todo era fantástico. Recorrimos juntos gran parte del mundo, fuimos a Nueva York, Londres, Paris, Barcelona, Tokio, Venecia… No nos cansábamos de viajar, estar juntos y amarnos. Fue en Helsinki donde toda esta historia cambió. Yo deseaba viajar a Finlandia y mis dos amantes no dudaron en acompañarme. Llegamos una noche de abril y sólo poner el pie en aquella fría tierra sabía que algo malo estaba a punto de suceder.

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